----------------------------------------------------------------------------------------------------...................................................................................................................................................................................El otro día Migue me dijo:
- ¿Por qué tienes esa obsesión por las ciudades?-
Y yo nunca lo había pensado:
- ¿Tengo obsesión por las ciudades?-
Sí, siempre estás hablando de Madrid especialmente pero también de otras ciudades, te encanta el tema de lo urbano y me pregunto por qué.
No tengo mucha respuesta a eso. Le dije que simplemente me gusta desentrañarlas porque es curioso como el colectivo de personas consigue que cada una de ellas tenga alma propia y me llama la atención también conocer el comportamiento de la gente en relación con los lugares en donde habita.
Como si hubiera sido una seña del destino al día siguiente, Migue me acompañó al centro de Caracas.
Al contrario que el de Madrid, el corazón de Caracas es un auténtico caos. En su tiempo fue donde surgió la ciudad, hoy en día es un collage de edificios coloniales junto con grandes edificios, puestos ambulantes, tiendas de todo tipo, basura, ruído, calles empedradas, otras asfaltadas...en fin, eclecticismo y postmodernidad con pura identidad venezolana.
Cuando salimos de casa estaba muy nublado y hacía fresquete (no frío, eso aquí no pasa nunca). Al poco comenzó a llover. Cuando llegamos a Capitolio diluviaba y el bullicio se hizo aún más caótico. Me mojé entera a pesar del paraguas ¡todo el día caminando con los pies empapados! siempre me pasa igual...
Me gusta mucho el centro de Caracas. Como le dije a Miguelángel a pesar de ser un agobio cada vez que voy para allá tengo la sensación de vivir una aventura porque nunca se sabe lo que va a pasar ni lo que vas a ver como si fuera una caja de sorpresa. Es un horror según los cánones típicos de belleza pero un horror con mucho encanto. Cuando trabajaba en el Nacional tenía que ir para allá todos los días y le tomé afecto. Además, a fuerza de recorrérmelo conseguí orientarme lo que no es nada fácil porque todas las calles se parecen y están plagadas de puestos y más puestos de venta ambulante.
Hoy en día ya no voy mucho. Nada me mueve a ir hacia esos lares pero ayer quería ir a La Francia, un edificio de siete pisos en el cual se encuentran un montón de joyerías.
Es curioso que estén situadas en un sitio tan inseguro pero llevan allí toda la vida al igual que otro montón de comercios tradicionales.
Siete pisos completamente cerrados dicho sea de paso. Ni una sola ventana. Donde más joyerías hay es en el sótano. Tuve un poco la sensación de estar entrando en el banco de dinero de Harry Potter, tan sumamente cerrado y resguardado en medio del caos. Cada joyería muestra en su escaparate un montón de joyas, algunas peores otras mejores.
La que más gracia me hizo fue una chiquitita en la que entré preguntando por un anillo de oro para mi madre con alguna piedra bonita. La dependienta, empezó entonces a sacar de una gastada bolsa de plástico transparente un montón de joyas y más joyas como quien tuviera no sé, cualquier frusleria.
En otra una anciana pareja de rasgos alargados cual duendecillos me atendió mientras la mujer comía arroz de un tupper rodeada de joyas al más puro estilo tío Gilito. Otras, sin embargo estaban mucho más cuidadas, es el contraste típico caraqueño. Hay hasta una de la famosa marca Bulgari.
Estando en la primera planta la puerta daba a la plaza Bolívar ¡cuántas veces habré estado por allí! Es uno de mis sitios favoritos de Caracas y como está dedicada al famoso libertador le tienen respeto y está preciosa. A un lado está la catedral de típico estilo colonial, la casa amarilla...etc. Ese es uno de los pocos sitios que con un poco de imaginación uno puede entender cómo debía ser la vida en aquella Caracas del siglo XVI, con carruajes y mantuanas vestidas con largos trajes traídos de Europa. De eso hoy no quedan más que escasísimos vestigios, pero allí se conserva siempre y convive con naturalidad con una esquina caliente donde los chavistas recitan sus bondades y con los viejecitos que juegan al dominó. Otra cosa muy característica de la plaza es que en sus árboles hay siempre un montón de ardillas de color negro que dicen que han permanecido allí (obviamente no las mismas sino sus sucesoras) desde la época de Bolívar.
Cuando salimos de la Francia había dejado de llover, pero las calles seguían empapadas. Aún así comenzamos a recorrer los puestecitos de buhoneros. Normalmente suelen vender de todo, pero en Navidades tiran la casa por la ventana.
Debería llevarme un día un cuaderno e ir apuntando todos los materiales que venden: dvd, cd, carteras, lapiceros, llaveros, belenes, luces, papa noeles, banderas de venezuela, de españa, de italia, del mundo entero, babas de caracol ideales para el cutis, mecheros, gorros, bragas, pantalones, camisetas, refrescos, muñecos, libros, cuadernos, juguetes, gomas del pelo...mi lista se queda corta, básicamente lo puedes encontrar todo.
Quise hacer una fotografía en mi mente...
Un viejito caminaba encorvado con los ojos cerrados moviéndose a la misma velocidad que un caracol mientras vendía lotería a gritos, en el carrito de perros calientes se apostaba un montón de gente que debe tener el estómago de cemento para engullir entre tanta porquería, una negra guapísima atendía en un establecimiento de cosas de peluquería (a esos sitios van estos a comprar pestañas postizas u otros articulos varios para sus títeres) y cuando me miró vi que sus ojos eran verdes gracias a unas lentillas. Mi fotografía se queda corta. Hay demasiados matices, demasiados detalles allí para que los retrate por escrito, se quedan en mi recuerdo como tantas otras cosas.
En el centro es fácil también que te roben, o eso dicen, yo mientras escribo toco madera porque jamás me pasó nada y me siento bien por allí. Estoy bien un rato, luego necesito huir y buscar paz, sosiego así que saturados ya por ese día de nuestra aventura tomamos el metro, unas 7 estaciones y llegamos de nuevo a Altamira, mi zona: más ordenada, más segura, más limpia, como si fuera otro mundo...otra ciudad.